La pregunta

"El PSOE ha alcanzado y propuesto acuerdos con distintas fuerzas políticas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. ¿Respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista?".
Esa es la pregunta que el PSOE hará a sus militantes. La cuestión parte de dos constataciones -el partido ha “alcanzado” y “propuesto” acuerdos- encaminadas a la consecución de un objetivo: “apoyar la investidura”. En el planteamiento encontramos la primera falacia: la vaguedad. La falta de precisión complica considerablemente la respuesta ya que se meten en un mismo saco los acuerdos alcanzados y también los acuerdos propuestos, aunque no hayan sido materializados. ¿Debe el militante pronunciarse sobre las medidas ya firmadas con Ciudadanos y publicadas por los medios? ¿Debe hacerlo sobre las intenciones aún no materializadas con otras formaciones? ¿Debe ponderar todas las medidas negociadas con unas y otras formaciones? ¿Qué debería contestar el militante que esté de acuerdo con las medidas alcanzadas con Ciudadanos pero no con los acuerdos propuestos a otras fuerzas políticas? El planteamiento de la pregunta, por tanto, descarta la posibilidad de matices y agrupa un paquete de medidas diversas sobre las que se puede estar a favor – de algunas- y en contra – de otras-. Es decir, ¿se pide el respaldo al hecho de llegar a acuerdos o al contenido de los acuerdos? Porque se puede estar a favor de negociar (la actitud) y en contra de todo o parte lo negociado (el contenido).
En la pregunta en sí encontramos la segunda falacia: se denomina pregunta trampa o capciosa. En realidad no hay una pregunta; hay dos. Una explícita: el respaldo o no a los acuerdos. Otra implícita: la afirmación o negación de que el gobierno es “progresista y reformista”. Cuando el militante responda que sí, implícitamente, afirma también que el gobierno que se busca es “progresista y reformista”. Y si responde que no, manifiesta que no está conforme con los acuerdos y que, además, no desea un gobierno “progresista y reformista”. ¿Es posible respaldar los acuerdos aunque no se considere que dé lugar a un gobierno “progresista y reformista”? Desde luego. ¿Es posible no estar conforme con los acuerdos y desear un gobierno “progresista y reformista”? Por supuesto. Sin embargo, la respuesta no admite distinción. Si se contesta afirmativamente, se está de acuerdo y se apuesta por un gobierno así calificado; si se responde negativamente, no se respalda el acuerdo y además no se desea un gobierno progresista y reformista.
La pregunta, por tanto, predispone la interpretación y busca condicionar la respuesta. Con mayor motivo si se tiene en cuenta que se formulará a militantes socialistas a quienes les resultará muy complicado responder que no, porque en ese caso no sólo no manifestarán su oposición a los acuerdos (pero ¿cuáles?) sino que, además, estarán reconociendo implícitamente que no quieren el tipo de gobierno que es, supuestamente, por el que apuestan: el progresista.
Una última consideración de carácter estratégico. El PSOE, al preguntar no sólo por los acuerdos propuestos y aún no alcanzados sino por los ya conseguidos, asume un riesgo notable: que la militancia conteste que no respalda, lo que daría al traste con todo y colocaría a Pedro Sánchez en una situación muy incómoda. Ello ocurre porque los socialistas no preguntan por la estrategia para la investidura antes de ejecutarla sino que piden la bendición por lo ya realizado. Bien es cierto que, puesto que la pregunta es capciosa, si los militantes responden negativamente nunca se podrá saber si lo que no aprueban es los acuerdos ya conseguidos, los que se proponen o (con menor probabilidad) un gobierno “reformista y progresista”.